Wiki Enciclopedia del misterio
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Un sacrificio humano es una muerte ritual en que una o más personas mueren a manos de un tercero o de una institución, generalmente siendo ofrendados a una deidad o, en términos generales, a una instancia espiritual que se considera superior en uno o más aspectos, incluso si su naturaleza es perversa (como el Diablo, por ejemplo).

Los distintos periodos históricos del hombre se han caracterizado por la presencia de entidades sobrenaturales que deben recibir ofrendas para que sus habitantes vivan “protegidos”. En muchos casos, las víctimas de los rituales eran descuartizadas como animales, y su sangre y órganos eran usados para agradecer a los dioses y vivir pacíficamente. Sin embargo, los propósitos podían ser mucho más variados:

  • Búsqueda de buena fortuna (granjeándose el favor de la deidad)
  • Apaciguamiento de la deidad, generalmente para evitar castigos que toman forma de desastres naturales (en el Antiguo Testamento vemos que se aplacaba la “ira” de Dios)
  • Preservación de vínculos de este mundo en el más allá (como cuando se enterraba a los gobernantes con sus esposas o sirvientes)
  • Adivinación (por ejemplo, los celtas adivinaban el futuro mediante los espasmos del sacrificado)
  • Justicia y cultura del espectáculo (como cuando se sacrificaba a los criminales, o se organizaban combates que entretenían a las masas y los perdedores eran sacrificados)
  • Antropofagia (en el contexto de la mentalidad mágica, en algunas culturas se creía que, al comer ciertas partes del sacrificado, se obtenía su energía, sus poderes y dones, o su sabiduría)
  • Teofagia (Este sacrificio simbólico lo vemos en la Eucaristía, donde comemos la carne de Cristo y bebemos su sangre…)
  • Restablecimiento del equilibrio cósmico (esto lo vemos en los aztecas, que “alimentaban” con muertes humanas a sus dioses…, todo a fin de preservar el equilibrio).
  • Expiación (se sacrificaban personas para disminuir las culpas colectivas)
'.'PROTEGIDOS POR LA MUERTE[]

[1]Muchas culturas promovían los sacrificios humanos como un medio para recibir favores de sus deidades en distintos aspectos sociales;  unos buscaban mejores cosechas, otros necesitaban protección. Todas estas sociedades mantenían esta costumbre como una religión oficial, razón suficiente para que sea respetada; además, cualquiera que no lo hiciera se convertiría en una ofrenda para los dioses, y así serviría a su gente en el más allá. En ocasiones especiales, líderes de otras sociedades eran una ofrenda especial para los dioses debido al estatus del individuo y lo que representaba.

El origen de este ritual se remonta a la prehistoria, al periodo paleolítico hace 50,000 años, momento en que el hombre comienza su evolución. De acuerdo con el antropólogo alemán Walter Burkert, el acto de sacrificar personas y animales está muy arraigado al aspecto del cazador. En aquel entonces la cacería era el trabajo del ser humano, posteriormente la práctica de los sacrificios creó las bases religiosas para el comportamiento moderno del hombre. Las investigaciones del antropólogo Jacques Kinnear mostraron que en Egipto se practicaba un ritual de sacrificio de dos partes, primero se asesinaba un noble, después se proseguía a matar a sus sirvientes para que le sirvan en la otra vida. De acuerdo con Kinnear, los pasos de este ritual estaban detallados en pictogramas en los templos de aquel entonces.

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Este tipo de ritual se convirtió en un elemento social de las culturas que lo practicaban, debido a que fortalecía los vínculos que unían dicha sociedad o tribu, por medio de los sacrificios y el castigo capital. Existían varios rituales que liquidaban los elementos negativos que afectaban el orden de la sociedad, brindando así una estabilidad temporal. Sin embargo era común que la sociedad se desestabilice por mucha muerte, como sucedió en India por culpa del Culto Thuggee, secta que idolatraba a Kali, la diosa de la muerte y la destrucción. De acuerdo al libro Guinness de records, este culto fue responsable de asesinar a más de 2 millones de personas… Europa también tuvo su reinado de terror durante la revolución francesa y la cacería de brujas, eventos que produjeron un pánico moral a gran escala en ese periodo de tiempo.

'.'LOS SACRIFICIOS A YAHVÉ EN LA BIBLIA[]

Muchos son los cristianos que creen que, dejando de lado los sacrificios que los paganos ofrecían a sus dioses y que la Biblia refiere, Dios solo aprobó el sacrificio humano nunca efectuado del hijo de Abraham, y el de su propio hijo en la cruz, para redención de la Humanidad. Sin embargo, la realidad es que el Antiguo Testamento, a más de los conocidos sacrificios de animales a Dios, tiene unos cuantos pasajes en que muestra que, efectivamente, Dios (o el ser al que los israelitas veían o imaginaban como tal…) aprobó e incluso pidió sacrificios humanos. Veamos, no sin antes detallar algo el caso de Isaac:

Sacrificio de Isaac

[2]Dice el libro del Génesis: ‹‹Dios quiso probar a Abraham y le dijo: “Toma a tu hijo, a tu unigénito, al que tanto amas, a Isaac, y vete a la tierra de Moriá; ofrécelo allí en holocausto…”.›› Según la Iglesia, Dios solo quería probar a Abraham, asegurándose de que cumplía con el primer mandamiento (“amarás a Dios por sobre todas las cosas”). Muchos se han quejado de la crueldad del pasaje, aludiendo a veces a la contradicción que surge cuando se considera lo que nos dice el apóstol Santiago, a saber, que ‹‹Dios no prueba a nadie››. No obstante, lo que realmente nos incumbe es lo que está escondido detrás del pasaje de Abraham, al menos según investigadores como Turaiev. Concretamente, se cree que el caso de Abraham muestra de manera sutilizada el supuesto hecho de que los hebreos, al menos por cierto periodo, ofrecieron sacrificios humanos a Yahvé. A favor de esa hipótesis. se alude que Abraham, si bien se lamentó por la solicitud de Yahvé, tomó la orden como si fuera algo natural, y nunca se rebeló… Esto es ciertamente discutible, pero hay otros casos que se prestan menos a la duda:

El caso de los primogénitos

‹‹Conságrame todos los primogénitos entre los israelitas, tanto de hombres como de animales. Son míos››. La orden anterior la vemos en varios pasajes del Éxodo, y su variación de ‹‹Me entregarás al primogénito de tus hijos›› aparece también en el libro de Números. La interpretación convencional señala que esa entrega y consagración no implicaba sacrificio, pero pasajes como ‹‹En su tiempo, Jiel de Betel, reedificó Jericó. A costa de la vida de Abiram, su primogénito, echó sus cimientos, y a costa de la vida de Seguib, su hijo menor, puso las puertas, conforme al oráculo que Yahvé había pronunciado por medio de Josué, hijo de Nun›› (I Re 16, 34; Jos 6, 26) podrían despertar un poco nuestras sospechas, mucho más si tenemos en cuenta lo que B.A. Turaiev nos dice en su obra El oriente clásico, a saber: ‹‹Las excavaciones arqueológicas a Meggidó, Jericó y Guerer proporcionaron monumentos a estos bárbaros hechos. Se encontraron restos de niños puestos en las bases de edificaciones de viviendas››. Llegados a este punto, alguien podría objetar que se ponía a los niños muertos debajo de las construcciones; pero, si lo que dice la Biblia y lo que dice Turaiev versa sobre los mismos hechos: ¿por qué el pasaje bíblico dice “a costa de la vida de” cuando se refiere a los hijos de Jiel de Betel?…

Moloc y los anatemas

Muy elogiado es el pasaje de Levítico de ‹‹No darás hijo tuyo para consagrarlo a Moloc››, ya que, según la Iglesia, muestra la voluntad que tenía Yahvé de abolir los sacrificios humanos. Sin embargo, la mirada suspicaz de algunos investigadores señala que simplemente Yahvé decía eso porque deseaba para él a esos primogénitos, no en el buen sentido, sino como sacrificios, cosa que se evidenciaría en estas palabras suyas:

  1. ‹‹Nada de lo que un hombre posee, hombres, animales o campos de su propiedad, y que lo ha consagrado como anatema a Yahvé, podrá ser vendido o rescatado. Todo anatema es cosa muy sagrada para Yahvé. Ningún ser humano que haya sido consagrado por anatema, podrá ser rescatado; morirá sin remisión›› (Lv 27, 28-29; Ex 21, 15.)
  2. ‹‹Cuando el Señor te haya entregado las naciones de esta tierra, las consagrarás al anatema. No tendrás piedad: no dejarás ni una alma con vida, sin ninguna distinción los pasarás a cuchillo›› (Dt 2, 31-36; 3, 3ss; 7, 1ss; 20, 16-18; Gn 15, 19-21; Jos 6, 17; 7.)
  3. ‹‹Y el profeta dijo al rey: Esto dice Yahvé: “Por haber dejado tú escapar de tus manos al que yo había entregado a mi anatema, tu vida responderá por la suya y tu pueblo por su pueblo›› (I Re 20, 42.)

La escalofriante voluntad de Yahvé

[3]Aún mucho más impactantes que las citas anteriores, son aquellas en que explícitamente se muestra como Yahvé aceptó hombres como tributos, todo esto expresado en un tono de indiscutible crueldad ritualista:

  1. ‹‹Y alzando su voz contra el altar, según la palabra de Yahvé, gritó: “¡Altar, altar! Así habla Yahvé: ‘Nacerá de la casa de David un hijo que se llamará Josías, que inmolará sobre ti a los sacerdotes de los altos que en ti sacrifican, y sobre ti quemarán huesos humanos’.”.›› (I Re 13, 2.)
  2. ‹‹Inmoló sobre los altares a todos los sacerdotes de los lugares altos…››  (II Re 23, 20.)
  3. ‹‹Tú has subido a las alturas llevando cautivos, tú has recibido hombres como tributo›› (Palabras que el rey David dirige a Yahvé, en los salmos 68, 19)
  4. ‹‹Y traerán de todas las naciones, como ofrenda al Señor, a todos vuestros hermanos montados en caballos…›› (Is 66, 20.)
  5. ‹‹E incluso llegué a darles preceptos que no eran buenos y normas con las que no podrían vivir,  y los contaminé con sus propias ofrendas, haciendo que pasaran por el fuego a todo primogénito, a fin de infundirles horror, para que supiesen que yo soy Yahvé›› (Ez 20, 25-26.)
'.'SACRIFICIOS HUMANOS EN DIVERSAS CIVILIZACIONES[]

Romanos

En la Antigua Roma se ejercieron diversas formas de sacrificios humanos durante los primeros siglos, las cuales posteriormente subsistieron bajo la expresión de las sangrientas muertes en el circo. En este contexto, el gladiador parece haberse inspirado en prácticas de los etruscos, manifestando una especie de muerte ritual en combate.

[4]

En los inicios de la República Romana, quienes incumplían sus promesas o engañaban a otros, eran sacrificados a los dioses, destino que compartían con algunos prisioneros de guerra. Mucho más terrible era la práctica de matar a los hijos (filicidio), cosa que facultaba la patria potestad al padre de familia, quien legalmente era el amo de su familia y podía: «vender, matar, ofrecer a los dioses, subordinar a cualquier ocupación y devorar a los hijos». Afortunadamente, Plinio el Viejo refiere que los sacrificios humanos fueron abolidos por decreto senatorial en el año 97 a. C., considerándose una “práctica bárbara” en lo venidero, aunque, desde luego, la barbarie subsistía en el circo…

Egipcios

[5]El antiguo Egipto presenta fuertes evidencias de sacrificios humanos en el momento que un Rey fallecía. El soberano era acompañado en su tumba por sus sirvientes, los esqueletos encontrados no mostraban señales de trauma, por lo que se cree que voluntariamente se sacrificaban ingiriendo veneno.

Mesopotámicos

En Mesopotamia, cuando los antiguos reyes morían, eran enterrados en la tumba real junto con sus guardias, músicos y demás miembros de su casa. Los sirvientes se envenenaban dentro del mausoleo poco después de ser enterrados.

[6]No obstante, en la segunda década del siglo XX, investigadores del Museo Británico y la Universidad de Pennsylvania (EE.UU.) descubrieron en Iraq los restos del cementerio real de Ur, datado en torno al 2500 a.C. Allí estaban los restos de unos 2.000 enterramientos que parecían mostrar la práctica de sacrificios humanos a gran escala. Según la doctora Janet M. Monge, antropóloga de la Universidad de Pennsylvania, en los cráneos de los esqueletos encontrados se veían orificios producidos con lo que parecía ser un tipo de instrumento afilado, todo mientras la víctima estaba aún viva. De ese modo, parece ser que la “muerte dulce” por envenenamiento, sugerida por Woolley y referida al inicio, no era algo real sino un simple mito histórico.

Celtas

Cuando una tribu celta creía sufrir el desagrado de los dioses, realizaba sacrificios humanos para recuperar el agrado divino. En este contexto, existía la tradición de elegir al más fuerte, sano y hermoso de entre todos los jóvenes varones vírgenes. El elegido no podía ser obligado, y la comunidad lo consideraba un héroe si éste aceptaba ofrendarse para sanar los vínculos con los dioses. En caso de que accediera, sucedía lo siguiente:

En una noche de luna llena, se vestía de la forma más elegante posible al joven (con pantalón festivo, túnica corta, botas y capa larga), su padre le entregaba un cinturón y una espada, y el joven, en medio del silencio público, abandonaba su cabaña y se internaba en el bosque, rumbo al lugar de sacrificios, donde encontraría un círculo de estacas con cabezas de héroes que se sacrificaron al igual que él, una fogata en el centro del círculo, y algunos druidas reunidos. Allí, el druida más importante se le acercaría para darle su última cena (tortas de trigo y cebada con un vaso de vino sin fermentar) en un plato, el joven comería, se limpiaría la boca con un paño, y después se quitaría toda la ropa excepto el torque. Estando así, el joven permanecía de pie hasta que un druida se acercaba por atrás, le clavaba una espada (la que el padre había entregado al joven) en la nuca para matarlo rápidamente, después lo ahorcaba violentamente con una soga, y finalmente le cortaba la cabeza con un cuchillo sagrado…

[7]

Además del tipo de sacrificio humano referido, Julio César cuenta que, cuando un celta de alto rango moría y era cremado, sus esclavos eran quemados vivos junto a él… También, el famoso césar afirma que: ‹‹Toda la Galia es adepta a rituales religiosos; por consiguiente, los que padecen graves enfermedades o están sometidos a los peligros de la batalla, sacrifican a víctimas humanas… Algunos tejen enormes figures de mimbre y llenan sus miembros con humanos, que son quemados al prender fuego a las figures. Suponen que los dioses prefieren que esta ejecución sea aplicada a ladrones y otros malhechores atrapados in fraganti, pero a falta de ellos recurren a ejecutar inocentes››. Entretanto, el geógrafo e historiador griego Estrabón, cuenta que los celtas tenían ritos de sacrificio en que se atravesaba a la víctima con una espada y se vaticinaba el futuro según sus espasmos de agonía; también, este autor confirma las palabras de Julio César cuando afirma que: ‹‹Algunos hombres eran abatidos con flechas y empalados en los templos; o construían una enorme figura de paja y madera, y después de arrojar al interior ganado y toda clase de animales salvajes y de humanos, la quemaban haciendo de ello una ofrenda››.

Por último, los celtas tenían dioses con particulares formas de sacrificios humanos que les correspondían, tales como:

  • Taranis, dios de tormentas y tempestades: sus víctimas eran degolladas
  • Esus, deidad de la Naturaleza: sus víctimas eran prisioneros de guerra a los que se colgaba de árboles.
  • Teutates, dios guerrero: sus víctimas, generalmente prisioneros de guerra, se ahogaban o se quemaban vivas junto a botines de guerra.

Nórdicos y germanos

El sacrificio humano no era muy común entre los pueblos germánicos, y se recurría a él en situaciones excepcionales, ya sean producidas por crisis del medio ambiente (pérdida de las cosechas, sequía, hambruna) o por problemas sociales (guerras con otros pueblos, insurrecciones internas, etc.).

Por su parte, los escandinavos tenían dos tipos principales de sacrificios humanos: los que hacían para los dioses y efectuaban en festivales religiosos, y los que tenían lugar en funerales, dentro de los cuales sacrificaban sirvientes de los difuntos, o incluso esposas, tal y como sucedía, según relató el búlgaro Ahmad ibn Fadlan, con los guerreros que morían y aspiraban a que sus mujeres fuesen con ellos al Valhala…

[8]

Adán de Bremen, cronista y geógrafo alemán de la Edad Media, cuenta que los reyes suecos sacrificaban sirvientes y esclavos cada nueve años, durante los sacrificios del Yule, en el Templo de Uppsala: «' 'Cada nueve años, en los árboles situados cerca del santuario de la antigua Uppsala, se celebraban fiestas en honor a los dioses, en especial a Odín, y se colgaban como sacrificio a varios hombres y animales al igual que a los prisioneros de guerra en honor al todopoderoso Dios nórdico (…). Los suecos poseían un templo muy famoso, que llevaba el nombre de Uppsala, y que no se hallaba muy alejado de la ciudad de Sigtuna. Este templo estaba construido totalmente con oro (…). El templo está rodeado con una cadena de oro que cuelga en la fachada y deslumbra a los visitantes porque el santuario propiamente dicho se encuentra en el valle y está rodeado, como un teatro, por montañas.»

Chinos

Se sabe que en la Antigua China se hicieron sacrificios de hombres y mujeres jóvenes a las deidades del río, y que se enterraron (en otros casos fueron forzados a suicidarse) esclavos vivos junto con sus amos. Aquello fue especialmente frecuente durante la Dinastía Shang y la Dinastía Zhou.

En el Período de los Reinos Combatientes (del siglo V al III antes de Cristo), el ministro Ximen Bao de Wei demostró a los aldeanos que, sacrificar personas a las deidades del río, era en realidad una estratagema de sacerdotes deshonestos que deseaban llenarse de dinero. Lejos de ser irrelevante, Ximen Bao era un sujeto brillante (primer ingeniero chino en crear un gran canal de riego) y elocuente, que consiguió operar un gran cambio en la mentalidad popular frente a los absurdos sacrificios humanos.

[9]

Centrándonos en los sacrificios humanos funerarios, el historiador de la Dinastía Han, Sima Qian, cuenta que el décimo gobernante de Qin, al morir en el 678 antes de Cristo, se llevó con él (estipulando quiénes debían acompañarlo al más allá antes de partir) a unas 66 personas, mientras que el decimocuarto duque Mu, al morir en el 621 antes de Cristo, hizo sacrificar a 177 personas para que lo acompañan en la otra vida, estando entre éstas unos tres funcionarios de alto rango… Y esta abominable costumbre subsistió, llegando al extremo del duque Jing de Qin, quien se llevó a 180 personas cuando falleció en el 537 antes de Cristo. Por fortuna todo cesó cuando el duque Xian Quin abolió la práctica en el 384 a.C.; siendo eso, según el historiador moderno Ma Feibai, algo tan trascendente como la abolición de la esclavitud que Abraham Lincoln realizó en los Estados Unidos.

Gracias a Xian Quin, el sacrificio humano fue muy raro hasta que el emperador Hongwu lo revivió en el año 1395, haciendo sacrificar a dos concubinas de su hijo para que acompañaran a éste en la otra vida… Tras eso, los sacrificios volvieron hasta que en 1464 el emperador Zhengtong los volvió a prohibir

Después de la abolición por el duque Xian, el sacrificio humano funeral se convirtió en relativamente rara en toda la parte central de China. Sin embargo, el emperador de Hongwu de la dinastía Ming revivió en 1395, cuando su segundo hijo murió y dos de las concubinas del príncipe fueron sacrificados. En 1464, el emperador Zhengtong en su testamento prohibió la práctica de los emperadores Ming y príncipes.

Hindúes

[10]La evidencia más temprana de los sacrificios humanos en India se remonta a restos propios de la Edad de Bronce. Ahora bien, muy debatida es la cuestión de si los textos sagrados del Hinduismo ordenaban o no sacrificios humanos, ya que muchos, como Henry Colebrooke, creen que los versículos en que aquello supuestamente se refiere, son de naturaleza simbólica. En todo caso y más allá de la polémica de los textos sagrados, en la práctica se efectuaron sacrificios de adoración a la diosa Shakti hasta la Edad Moderna, y en Bengala esos sacrificios perduraron hasta el siglo XIX.

Un caso singular fue el de la tribu de los Khonds, oriundos de los estados tributarios de Odisha y Andhra Pradesh. Estos se hicieron notorios, durante la ocupación británica de su distrito alrededor del año 1835, por la prevalencia y la crueldad de los sacrificios humanos que practicaban…

Antiguos hawaianos

[11]

En el antiguo Hawaii existían los “luakini heiau”, que eran templos sagrados en donde se  ofrecían sacrificios de sangre humana y animal. Los Kauwa eran la clase social marginada de los esclavos, y de ellos provenía casi todo el material para los sacrificios humanos, aunque también se sacrificaba a prisioneros de guerra, a descendientes de prisioneros de guerra, a quienes infringían la ley (sin importar su status), y a muchos que terminaban allí por meras causas políticas.

Pobladores de la América Prehispánica

Mayas

Los sacrificios mayas recreaban mitos cosmogónicos y tenían un profundo significado religioso e ideológico, cosa que se veía claramente en el juego de la pelota, donde los perdedores eran ofrendados a los dioses. Según Michael Coe, tanto los mayas de la época clásica como de la preclásica, fueron gobernados por dinastías hereditarias de guerreros, fuertemente obsesionados con el derramamiento de sangre, los sacrificios y autosacrificios.

[12]

En este contexto, la extracción del corazón era clave y llegó a ser un motivo reiterado en cerámicas y otras manifestaciones artísticas. En cuanto a las evidencias de sacrificios, éstas han sido halladas en ciudades como Topoxté (17 cráneos de niños sacrificados, por ejemplo) o Chichén Itzá.

Yendo a las formas de sacrificio, tenemos la extracción del corazón y posterior arrojamiento del cadáver por las graderías del templo, la muerte con flechazos, o el arrojamiento a cenotes o cuevas sumergidas, que se realizaba en honor al dios de la lluvia (Chaak) y precisaba que las víctimas y los objetos arrojados fuesen teñidos de azul. En la última forma de sacrificio, murieron tantas personas que en un cenote se encontró una capa azulada (por el pigmento con que se pintaba a los sacrificados y a los objetos tributados) de más de 4 metros de espesor. Pero no eran solo prisioneros de guerra los que iban a parar allí, pues los mayas también sacrificaban mujeres y niños…

Totonacas y toltecas

Los totonacas sacrificaban niños para extraerles la sangre y mezclarla con semillas que se machacaban a fin de crear una macabra pasta que era comida por los adultos. Esta práctica se dio ampliamente en la Isla de Sacrificios, ubicada en Veracruz (México) y descubierta por el español Juan de Grijalva.

En cuanto a los toltecas, estos practicaban en Tuly sacrificios humanos en honor a Tezcatlipoca, supuestamente para que el sol sobreviviese y el universo quedase libre de ser destruido. Supuestamente, cada 52 años el Quinto Sol corría el riesgo de extinguirse, dando paso al dominio de los “seres de la noche”. Por eso, cada 52 años se efectuaba un ritual especial en que se sacrificaba a un enemigo importante en el monte Huixachtépetl, a fin de que brotase un fuego nuevo que debía, hasta el inicio del próximo ciclo, ser sustentado con sangre y corazones humanos…

Aztecas

El prestigioso arqueólogo, Eduardo Matos Moctezuma, refiere lo siguiente en relación a los aztecas, algo hiperbolizados en su carácter sangriento dentro del imaginario cultural de los occidentales, al menos según su opinión, muy digna de tener en cuenta en tanto fundada sobre evidencias científicas: ‹‹El sacrificio humano era un rito propiciatorio para que la vida no se detuviera, para que el sol siguiera su curso. En los pueblos agrarios el sacrificio humano tiene una presencia muy fuerte, con fines de renovación de la vida. En todo caso, se cree que se ha exagerado mucho el fenómeno en el mundo azteca. Los datos arqueológicos desmienten que los sacrificios fueran tan masivos. Había una fiesta especial al dios de la guerra en la que se sacrificaban prisioneros y con esa intencionalidad cósmica de que no se parara el sol. Y luego había otras ocasiones más esporádicas en las que se sacrificaba a un solo individuo caracterizado como el dios al que se veneraba››

[13]

El sacrificio más común consistía en arrancarle el corazón a la víctima, ofreciéndolo enseguida a la deidad. Para eso, cuatro sacerdotes sujetaban al sacrificado, que era puesto sobre una piedra (llamada “Techcatl“) y estirado en ella por sus extremidades; mientras, un quinto sacerdote le abría el pecho con un cuchillo de pedernal, para después meterle la mano, sacarle el corazón y levantarlo hacia el cielo en señal de tributo al dios. Generalmente, la sangre de quien así moría era bebida por los dirigentes, la carne se comía y el corazón se depositaba en un recipiente llamado “Cuauxicalli“. En el caso de la fiesta en honor a Xiutecuchtlil (dios del fuego), la víctima era despedazada y sus trozos se iban lanzando a intervalos sobre unas brasas.

A veces, los prisioneros de guerra eran atados a árboles donde se los asaeteaba hasta que muriesen, considerando que la sangre que chorreaban fertilizaba la tierra. O bien, en el espeluznante ritual para honrar a la tierra y al dios Xipe Tótec, la víctima era desollada una vez muerta, de forma tal que la piel quedaba en una sola pieza y el sacerdote, que estaba desnudo, se vestía con ella para personificar al sanguinario dios… Pero en dicha festividad también tenían lugar otras atrocidades, y así muchos enfermos de la piel se vestían con las pieles de los sacrificados (que solían ser prisioneros de guerra) para que el dios los sanase, o bien se daban horrendos combates, tal y como refiere el Libro I de Historia general de las cosas de Nueva España; citamos: ‹‹Antes que hiciesen pedazos a los cautivos los desollaban, y otros vestían sus pellejos y escaramuzaban con ellos, con otros mancebos, como cosa de guerra, y se prendían los unos a los otros. Después de lo arriba dicho mataban otros cautivos, peleando con ellos y estando ellos atados por medio del cuerpo, con una soga que salía por el ojo de una muela como de molino, y era tan larga que podía andar por toda la circunferencia de la piedra, y dábanle sus armas con que pelease y venían contra él cuatro con espadas y rodelas, y uno a uno se acuchillaban con él hasta que le vencían.››

Ahora bien, no solo los hombres eran ofrendados a los dioses, pues incluso había meses consagrados al sacrificio de niños, a los que adornaban con plumajes y guirnaldas, llevándolos a las cumbres de ciertos montes, donde pasaban un tiempo con sus verdugos, tocando instrumentos musicales, cantando y bailando. La ceremonia de sacrificio tenía el fin de solicitar lluvias, y el llanto de los niños era tenido por buen augurio, augurio que siempre abundaba, teniendo en cuenta que los pobres niños sabían que les arrancarían los corazones…

Algo parecido era la Fiesta del Toxcatl, en la cual se sacrificaba a un mancebo que representaba a Tezcatlipoca. Al tal, se le tenía bien contento por todo un año, honrándolo con regalos, oraciones y fiestas, aunque tanta dicha tenía por término una fiesta en la cual, en medio del olor de los sahumerios, se le sacrificaría…

Lugar aparte merece la Guerra de las Flores, nombre con que se designa a una serie de combates rituales en los cuales, bajo mutuo acuerdo, distintas ciudades enviaban a sus guerreros para que estos combatiesen. Desde luego, esos combates servían para tomar como prisioneros a muchos de los guerreros participantes, a fin de sacrificarlos para satisfacer el hambre de los dioses. Aunque, y cabe señalarlo, en este contexto era considerado todo un honor morir sacrificado, y el guerrero supuestamente alcanzaba el paraíso una vez muerto; siendo que, por otra parte, mientras mayor fuese su rango y más gloriosas sus hazañas bélicas, más valor tenía como tributo…

En efecto, los guerreros eran, junto con los esclavos (sacrificados en ceremonias secundarias), la mayor fuente de material para los sacrificios humanos, ya que las mujeres y los niños eran sacrificados en menor medida. Así, en su afán por obtener guerreros para sacrificar, Moctezuma I declaró una guerra permanente contra Puebla y Tlaxcala, ya que así tomaría muchos prisioneros de guerra.

[14]

En cuanto a la antropofagia ligada a los sacrificios, tenemos que ésta es un punto polémico en donde no hay total consenso y algunas fuentes dicen que los cronistas españoles exageraron o incluso inventaron a fin de justificar las acciones militares contra los aborígenes. En todo caso, no podemos afirmar tajantemente la falta de fiabilidad de las fuentes del período de conquista, aunque no es posible dudar que éstas constituyen relatos asombrosos y muchas veces escalofriantes, tal y como lo que cuenta el conquistador y cronista español, Bernal Díaz del Castillo, sobre aquella ocasión en que Moctezuma mostró la ciudad de Tenochtitlan a los españoles. Dice Bernal: ‹‹Y un poco apartado del gran cú [pirámide] estaba otra torrecilla que también era casa de ídolos o puro infierno, porque tenía [en] una puerta una muy espantable boca de las que pintan que dicen que están en los infiernos con la boca abierta y grandes colmillos para tragar las ánimas; y asimismo estaban unos bultos de diablos y cuerpos de sierpes juntos a la puerta, y tenían un poco apartado un sacrificadero, y todo ello muy ensangrentado y negro de humo y costras de sangre, y tenían muchas ollas grandes y cántaros y tinajas dentro en la casa llenas de agua, que era allí donde cocinaban la carne de los tristes indios que sacrificaban y que comían los papas, porque también tenían [en] el sacrificadero muchos navajones y unos tajos de madera, como en los que cortan carne en las carnicerías. […] Yo siempre le llamaba a aquella casa el infierno.›› El citado testimonio de Bernal fue corroborado por Sahagún y Durán, y Bartolomé de Las Casas (que defendió a los indios diciendo que sí tenían alma) no lo desmintió. Por su parte, en Historia de Tlaxcala, Diego Muñoz escribió lo siguiente: ‹‹Había carnicerías públicas de carne humana, como si fueran de vaca y carnero, como el día de hoy las hay. Quieren decir que este error y cruel uso vino de la provincia de Chalco a ésta, y lo mismo los sacrificios de la idolatría y el sacarse sangre de sus miembros y ofrecerla al demonio. Las carnes que se sacrificaban y comían eran carnes de los hombres que prendían en la guerra y de esclavos o prisioneros. Ansímismo, vendían niños recién nacidos y de dos años para arriba para este cruel e infernal sacrificio, y para cumplir sus promesas y ofrecer en los templos de los ídolos, como se ofrecen las candelas de cera en nuestras iglesias. Sacábanse sangre de la lengua si habían ofendido con ella hablando, de los párpados de los ojos por haber mirado, de los brazos por haber pecado de flojedad, y de las piernas, muslos, orejas y narices según las culpas en que habían errado y caído, disculpándose con el demonio. Al cabo, le ofrecían el corazón por lo mejor de su cuerpo, que no tenía otra cosa que le dar, prometiendo de darle tantos corazones de hombres y niños para aplacar la ira de sus dioses, o para alcanzar o conseguir otras pretenciones que deseaban.››. Como puede suponerse, lógicamente los españoles consideraban que los aztecas adoraban al demonio, cosa que hay que tener en cuenta para evitar incurrir en el error de creer que los aztecas realmente hacían tal cosa pues, al menos desde la percepción que ellos tenían, estaban adorando a sus dioses.

Muiscas y mochicas

[15]En el territorio de lo que ahora es Colombia, existían niños que eran especialmente criados por los sacerdotes muiscas, quienes los consideraban personas sagradas; aunque, cuando estos chicos cumplían los quince años, eran llevados a un templo, atados a un poste de piedra y asesinados a flechazos. Posteriormente, un sacerdote les arrancaba el corazón y lo ofrecía al sol.

Por su parte,  los mochicas del Perú, si bien eran una sociedad agrícola que adoraba a las fuerzas de la Naturaleza, creían que los sacrificios humanos eran necesarios para preservar el orden del mundo y evitar inundaciones, sequías y otros desastres. A partir de análisis del arte de esta desaparecida cultura, los estudiosos determinaron que los mochicas tenían un combate ritual en que se sacrificaba a los vencidos. La secuencia era así: 1. Se ponían a luchar guerreros armados, engalanados con finos ropajes y brillantes adornos. La lucha era cuerpo a cuerpo, pero no era un combate a muerte, sino que únicamente debía quitársele el tocado de la cabeza al enemigo. Todo el que perdiera su tocado, estaba derrotado. 2. Una vez terminados los combates, se juntaba a los derrotados, se los desnudaba, se los ataba de manos y se los conducía en una procesión hasta la zona de sacrificio, que estaba en el templo, donde previamente los vencidos eran preparados por sacerdotisas y sacerdotes. Estando ya listos para ser sacrificados, los sacerdotes los podían asesinar de distintas maneras, pero siempre la sangre era ofrecida a los dioses, a fin de aplacarlos para evitar desastres y asegurar un buen porvenir.

Incas

Los incas no solían practicar sacrificios humanos, y cuando lo hacían, no asumía el aspecto cruel propio de los ritos sacrificiales de otras culturas prehispánicas como la maya, la azteca o la totonaca. “Capacocha”, traducible como “obligación real”, era el nombre que se le daba al ritual de sacrificio, donde la víctima era siempre un chico o una chica de entre 6 y 15 años, con buena salud y una belleza física tan grande que, en vistas a eso, se buscaba por todo el imperio a la víctima adecuada, ya que solo lo mejor debía ofrecérsele a la deidad. Por lo general, los sacrificados en el capacocha eran hijos o hijas de caciques o, en términos generales, de gente de la alta sociedad, cosa que resulta comprensible si recordamos que los hombres de mayor posición solían quedarse con las mujeres más bellas, y por ende tendían a tener descendencia de mejor aspecto físico.

Primeramente, la víctima era llevada al Cuzco, donde participaba en celebraciones dentro de las cuales se efectuaban sacrificios de animales y matrimonios simbólicos destinados a consolidar los vínculos entre las distintas poblaciones del imperio. Terminadas esas festividades, la víctima regresaba a casa, donde era bien recibida y aclamada antes de partir en un viaje sin retorno, al cual no se negaba puesto que desde sus primeros años se le había advertido de la posibilidad de asumir tal “deber”, que además era un honor puesto que el sacrificado se consideraba un ser de excelsa pureza, que llevaba a los dioses un mensaje de su pueblo.

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Ahora bien, antes del viaje definitivo, la víctima era alimentada con una dieta a base de maíz y proteínas animales, y antes de partir se le vestía con finas ropas y se le colocaba brillantes joyas. El viaje, cuyo destino estaba en el Cuzco (donde moraba el Inca), era agotador y por ende, a más de una escolta, la víctima recibía un buen suministro de hojas de coca, que le proveían de suficiente energía como para avanzar a través de las frías montañas.

Una vez que la víctima llegaba al Cuzco, el Inca la recibía y realizaba un banquete en su honor. Posteriormente la víctima era embriagada y llevada a una montaña sagrada, donde el sacerdote le daba muerte mediante estrangulación o un golpe en la cabeza. Finalmente, el cadáver de la víctima era puesto en un pozo bajo tierra, junto con adornos personales, alimentos, y otras cosas de uso cotidiano. En cuanto al alma de la criatura sacrificada, se creía que descansaría en paz, junto a los espíritus de sus antepasados, premio que merecía con creces por sacrificarse por la prosperidad del imperio y el mantenimiento de las buenas relaciones con los dioses…

Lo expuesto arriba es el modelo por excelencia del ritual de sacrificio incaico, porque en realidad también estos sacrificios podían darse en otros sitios y en festividades como el Ynti Raymi, el Chacra Yapuy Quilla, o el Capac Ynti Raymi, pero siempre el Inca debía normar y aprobar tales rituales, y los tocricoc (corregidores) y michoc incas (jueces) tenían que rendirle cuentas de que todo se había hecho de manera correcta.

Por último, resulta lamentable el saber que, según recientes investigaciones, en zonas selváticas del sureste del Perú aún se siguen realizando este tipo de sacrificios, pero sólo con doncellas.

'.'SECTAS SATÁNICAS Y SACRIFICIOS HUMANOS[]

En el siglo XX la práctica de los rituales se vio relacionada con sectas satánicas y personas mentalmente inestables, como es el caso de Charles Manson y su culto conocido como “La Familia”. Personas que se dejaron guiar por una ideología fundamentada por individuos con una capacidad de persuasión superior. En este ámbito también se destacaron los asesinatos de Matamoros, organizados por el “narcosatánico” mexicano Adolfo Constanzo.

Pero los anteriores son casos que, por decirlo de alguna forma, constituyen solo la punta del iceberg de un horrendo fenómeno que ha recorrido siglos de historia humana, pero ha cobrado mayor presencia en el siglo XX, donde hubo toda una explosión de grupos espirituales, tanto en el ámbito de la luz, como en el de la oscuridad, donde las sectas satánicas, que literalmente son miles, permanecen por lo general en el anonimato, cometiendo atrocidades a espaldas de La Ley y la opinión pública.

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Según dicen los expertos, los rituales de sacrificios humanos propios de la magia negra del  satanismo actual, son “la expresión moderna de los rituales que conllevan sacrificios humanos”, rituales que en la Antigüedad estuvieron presentes entre sumerios, fenicios, hititas, egipcios, cananitas, acadios, y un largo etcétera.

Pero… ¿Quiénes sirven generalmente como víctimas en estos rituales? Las víctimas son por lo general bebés o niños, mujeres vírgenes en menor medida. Como puede apreciarse, ambos tipos de víctimas están asociados a la pureza en el imaginario social. Y es que el satanismo quiere víctimas que no estén contaminadas, que tengan una energía capaz de alimentar, de rejuvenecer, de limpiar incluso. Veamos las palabras de Aleister Crowley: ‹‹Era la teoría de los magos antiguos que cualquier ser viviente era un almacén de energía que variaba en cantidad de acuerdo con el tamaño y la salud del animal, y en calidad de acuerdo con su calidad mental y moral. En la muerte de este animal esta energía es liberada repentinamente. Para el trabajo espiritual más alto uno debe en consecuencia escoger a esa víctima que contiene la fuerza mayor y más pura. Un niño varón de perfecta inocencia y alta inteligencia es la víctima más satisfactoria y apropiada.››

Podemos entonces preguntarnos por qué casi nunca se conocen los crímenes de las sectas, y la razón es que las víctimas suelen nacer en familias satánicas; o, y esto es aún más siniestro, nacen de mujeres llamadas “criadoras”, que son mantenidas en cautiverio y que solo se las emplea para que produzcan bebés que se usan como material de sacrificios… Lógicamente, los grupos de “criadoras” suelen descender de “criadoras” anteriores, y son mujeres que nunca vieron la luz del mundo, y que no figuran en los registros civiles, por lo cual pueden ser mantenidas en cautiverio sin que la sociedad se entere, pues legalmente no existen, al igual que sus hijos… Además de este método, los satanistas cuentan con infiltrados en hospitales, que supervisan partos de gente legalmente desprotegida para tomar a los bebés impunemente o, por qué no, comprarlos a gente cuya situación económica es desesperada…

En cuanto al uso de jóvenes mujeres vírgenes como sacrificios, éstas aparecen en los llamados “rituales de regeneración”, donde un satanista envejecido (de alto rango casi siempre) se sitúa en un círculo de bebés o niños pequeños, y se nutre de la energía y de la “esencia de vida” de la virgen sacrificada.

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